La música del caos, así se podría definir lo que hacen The Mars Volta. Muy apropiado por otra parte para el mundo que nos ha tocado vivir, donde nada de lo que parecía seguro lo es y el suelo se mueve bajo nuestros pies. Es difícil explicar lo que hacen, es difícil explicar lo que transmiten y cómo lo percibo. A veces mil palabras no sirven para explicar sensaciones. Y más cuando esas sensaciones con un torbellino sin aparente orden ni concierto. El mundo que se está yendo al carajo nadie sabe explicarlo. La música de The Mars Volta es inexplicable. Tan rara y difícil como la vida misma. Por eso quizás sean considerados ya un grupo de culto. A finales de marzo salió a la venta su “Noctourniquet”, después de tres años callados, y se han vuelto aún más marcianos de lo que eran antes.
Con Omar Rodríguez-López (Puerto Rico, 1975) y Credic
Bixler-Zavala (California, 1974) como principales componentes y radicados en
Texas, no representan precisamente el alma más conservadora de Estados Unidos,
sino el alma más multicultural, creativa y ambiciosa en lo artístico. Lo que hacen
no es comercial, no es “bonito”, buscan intencionadamente romper las líneas
clásicas de las melodías igual que Picasso rompió con toda la tradición
renacentista inventando el cubismo. Buscan anti-estribillos, huyen de
encasillamientos, no copian ni fusionan, sino que más bien crean algo nuevo, y
ese es uno de sus grandes activos. El otro, que tienen una misteriosa capacidad
de atraer a cualquier amante del rock por su rareza, aunque no consigas
equipararlo a nada conocido y asumido, a ninguna de las bandas históricas que
tienen sus hijastros en este siglo XXI. Rock progresivo, hardcore, psicodélico y
arreglos electrónicos que dan lugar a una música que te lleva lejos sin
necesidad de tomar nada; ni medio de transporte ni sustancia psicotrópica.
Música difícil para un mundo difícil, que requiere en la mayor parte de los
casos un doble esfuerzo; concentrarse en el caos medido y atreverse a sentir
cierta inquietud creada por esa particular atmósfera de The Mars Volta.
“Zed and Two Naughts” es la última canción de un gran disco, que repito que es tan raro, difícil, inquietante e inexplicable como la propia vida. Quizá el primer gran disco de este año. Música de otro planeta que sin embargo ilustra estéticamente muy bien lo que es nuestro propio mundo en crisis. Esta canción por ejemplo tiene la tensión, la épica, la rabia, los altos y los bajos de todo lo que pasa. Hay que ser una especie de genios locos para hacer esto.
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