Si Jim Morrison realmente no hubiera muerto en esa bañera. Si
París entero no fuera solamente la tumba Jim Morrison y siguiera vivo. Si
hubiera roto artísticamente con Ray Manzarek, que emocionalmente ya rompió
desde que el bueno de Ray no aceptaba el camino del malo de Jimmy. Si hubiera
dejado las drogas pero las drogas no le hubieran abandonado del todo a él. Si
hubiera pactado con el diablo como Ketih Richards para seguir vivo. Si aún le
quedara algo de voz. Si hubiera vivido todo lo que vivió y además hubiera
sobrevivido a los convulsos setenta, los hortera años ochenta, los grises años
noventa y viviera resignado el mundo en crisis actual… cantaría algo parecido a
“Standing At The Sky´s Edge”. Estaría cansado, seguramente triste, y no sería
el Rey Lagarto, sólo un anciano venerable al que ya nadie iría a verlo morirse
en directo. Pero alguna vez le brillarían los ojos y querría, aunque fuera
cantando, convertir la realidad en sueños lisérgicos. La Tierra es redonda pero
gusta sentirla plana por momentos.
Jim Morrison está requetemuerto y la Tierra es redonda. Es más, hasta Don Quijote se dio
cuenta de que Dulcinea era en realidad una cualquiera. Pero en momentos apetece
evadirse y vivir otros mundos. “Standing At The Sky´s Edge” es un viajecito de más
de seis minutos que acompañado de la dosis necesaria de madrugada y alcohol,
funciona. No lo canta el cadáver de Jim, sino Richard Hawley (Sheffield, 1967),
ex componente de Pulp y crooner que vuelve a orígenes eléctricos en este “Standing
In The Sky´s Edge”. Un álbum que no sólo es evasión y estética de otras épocas,
sino decepción y crítica político-social, aunque directamente no aparezcan en
las letras de modo explícito. El propio rocker, criado ya en las
manifestaciones y movidas provocadas por las reconversiones industriales del
norte de Inglaterra, afirma que “estoy enfadado, como cualquier persona de bien”.
Y no está lleno de rabia precisamente este álbum, sino de la tristeza y
oscuridad contemporáneos y toques psicodélicos de esa época que casi nadie
vivimos y se convierte, al menos en esta canción, en los seis minutos de escape
a una isla desierta donde resguardarnos de todo esto.
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